Puesta en funcionamiento
1 de marzo de 1865
Tipo de centro
Sitio web
Descripción
El Colegio La Asunción se estableció en Málaga en 1864 y era el primero que las Religiosas Agustinas de la Asunción, Hermanas de María, abrían en España. En esos momentos no había en Málaga ningún «colegio de altura» y se pensó que podría tener buena acogida entre la clase alta, como así fue, ya que los Heredia y los Loring apoyaron la creación de este centro sufragando los primeros gastos de la fundación, dado que querían enviar a él a sus hijas.
En concreto, Amalia Heredia Livermore, Marquesa de Casa-Loring sería la principal responsable de la venida de las Religiosas Agustinas a nuestra ciudad. La razón que la impulsó a esta labor fue el deseo de que sus propias hijas, ya en edad de formarse, y el resto de las jóvenes de la alta burguesía malagueña no tuvieran que marcharse fuera para recibir una adecuada educación.
Para conseguir contactar con las religiosas y expresarles su deseo de que crearan un centro en Málaga, Amalia contó con la mediación de un sacerdote francés que se encontraba en la ciudad realizando una cura de salud, que se ofreció para escribir a la madre fundadora, explicándole en su carta la carencia que tanto la ciudad malagueña como el resto de España tenían de unos colegios adecuados para formar y educar a las hijas de las familias acomodadas.
Tras el beneplácito de la fundadora, se trasladaron a Málaga a comienzos de 1865 cuatro religiosas (la madre María Inés, que era la superiora, la madre María Marta, la asistente y las madres María Rafael y María de la Compasión, como maestras), llegaban a nuestra ciudad, teniendo como residencia provisional una casa ofrecida por las Hijas de la Caridad, ubicada en la calle de Nosquera y que comprendía los números 7 y 9.
Debido al aumento posterior del número de alumnas, las religiosas buscaron un local más amplio. Éste lo hallaron en la plaza del General, lugar que hoy día ocupa la iglesia del Sagrado Corazón y la Residencia de los Padres Jesuitas de la calle Compañía. El colegio permaneció abierto hasta 1868, ya que por estas fechas la Revolución hizo marchar a muchas alumnas. Por este motivo, las monjas decidieron cerrar el centro y se refugiaron en Gibraltar.
El regreso tendría lugar pocos meses después, pero, en esta ocasión, el deseo de las religiosas fue contar con una nueva ubicación. El lugar debía ser amplio y encontrarse apartado de la ciudad, para que pudiera poseer unas condiciones higiénicas más favorables. Sus deseos se materializaron en una gran finca denominada hacienda de Barcenillas.
En el año 1886, tuvo lugar la creación del internado. Era tal el prestigio alcanzado por este colegio, que tanto de la provincia malagueña, principalmente Ronda y Antequera, como de otros lugares de Andalucía (Córdoba, Granada y Sevilla) fueron llegando nuevas alumnas.
Además, junto con la educación de las señoritas de clase alta, también organizaron clases gratuitas y nocturnas en el colegio, pero siempre manteniendo convenientemente separadas las distintas clases sociales, así como clases dominicales y parroquiales ya que el objetivo de esta orden era «el Oficio Divino, la adoración al Santísimo Sacramento y la enseñanza a todas las clases de la sociedad».
El 30 de abril de 1892, se inauguró el nuevo local en Barcenillas, nombre con el que se conoció por entonces al colegio y fue reconocido oficialmente el 16 de enero de 1903. Las obras de la capilla, con un proyecto del arquitecto Manuel Rivera Valentín, se iniciaron en 1891 y finalizaron en 1896. Contenía notables obras pictóricas y escultóricas.
El colegio ocupó el local de Βarcenillas hasta el 12 de mayo de 1931 en que fue quemado y destruido por completo. Se abrió, entonces, un período agitado para las Madres de La Asunción hasta que, terminada la guerra civil el 11 de octubre de 1940, se empezó a construir el nuevo edificio en el valle de los Galanes (Pedregalejo) que se terminó en 1943 y que sigue siendo la sede del colegio.
La Madre María Eugenia Milleret, piedra básica para la creación de esta congregación expuso lo que debería ser el ideario de sus colegios, sus planteamientos educativos y el curriculum a través del que se debía formar a las jóvenes. Las materias apenas diferían de las de otros colegios similares, pues tal como la misma Madre Eugenia decía, ellas enseñaban lo que se enseña en todos los centros educativos, pero considerando que no era la instrucción lo más importante para la mujer, sino el carácter propio que se le da y el saber utilizar los conocimientos. La enseñanza estaba, pues, dirigida «a la inteligencia para cristianizarla desarrollándola «y a la voluntad» para prepararla al desprendimiento y al sacrificio».
Todas las materias tenían una clara orientación religiosa. Así, el idioma nacional debía enseñarse de manera que las alumnas pudieran expresar los sentimientos cristianos de una manera sencilla y pura; el cálculo había que estudiarlo con un fin cristiano; en historia antigua se debía seguir el criterio de Bossuet: maravillas de la historia de Dios; en historia de la literatura había que inspirar a las alumnas el desprecio de lo que envilece el alma, de las falsas bellezas, las cosas peligrosas, el mal gusto, haciéndoles ver que la literatura y las artes han encontrado siempre en un ideal espiritual su más noble y vigorosa inspiración; ciencias naturales: en la enseñanza de la historia natural, elementos de física, botánica, geología, etc., debía ponerse gran prudencia y procurar permanecer siempre en el mismo espíritu de fe y mostrar a Dios en sus obras…, y así sucesivamente en las restantes materias.
La enseñanza religiosa, lógicamente, era el punto culminante de la enseñanza; las Religiosas de la Asunción habían de procurar que fuera en esta materia en la que la inteligencia de las niñas adquiriera mayor elevación y desenvolvimiento.
El nuevo edificio
Este magnífico colegio de Casto Fernández Shaw junto con Francisco Alonso Martos constituye uno de los mejores ejemplos de arquitectura contemporánea en la Málaga de mediados del siglo XX. Además de sus intrínsecos valores arquitectónicos, su interés reside sobre todo en la reformulación que el gran arquitecto madrileño efectúa de la arquitectura historicista, imbricándola perfectamente en el Movimiento Moderno y demostrando cómo en ocasiones las formas del pasado no son incompatibles con la modernidad.
El conjunto se articula mediante dos edificios dispuestos en L: el colegio y la capilla. El colegio es el edificio más sencillo y menos ornamentado y, por consiguiente, el más alejado de las propuestas neohistoricistas. De hecho, consiste básicamente en un paralelepípedo (de orientación meridional) situado sobre un cuerpo bajo rematado por terraza, que actúa como planta baja. Sobre él se sitúan otras tres plantas: mientras que las dos primeras se resuelven mediante amplios ventanales casi cuadrados (no muy alejados de la línea iniciada en la Escuela de Chicago), la tercera posee ventanucos pareados de arco apuntado, que son los que le confieren el más evidente toque neogótico.
El otro elemento historicista, en este caso más elusivo, lo constituyen los gruesos pilares que separan las ventanas y articulan cada una de las tres plantas, y que sobresalen en altura por encima de la cornisa: aunque su función es eminentemente ornamental, suponen un recuerdo de los contrafuertes medievales. En su centro, se proyecta al exterior un cuerpo que ejerce de eje principal, en el que se sitúa la entrada.
En cambio, la capilla es mucho más decorada y monumental, constituyendo la enseña de La Asunción y dominando desde su colina todo el barrio de Pedregalejo, gracias a un efectivo impacto visual. Su fachada, con una portada de mármol a la que se accede por una escalinata imperial, trasluce la estructura interior de tres naves. El cuerpo central, que duplica la anchura de los laterales y triplica su altura, ejerce también de torre.
El conjunto, escalonado, se articula mediante pilares que dialogan con los del colegio, y que se rematan mediante esculturas y, el central, con una cruz. El resultado, muy monumental, es por consiguiente una estilización art déco del gótico. El interior, diáfano y luminoso, posee una mayor carga historicista, aunque el tratamiento del ladrillo visto y de las vidrieras lo dotan de una gran calidad, destacando también la capilla mayor y la sillería del coro.
En el cuerpo sobre el que se ubica el templo se sitúa un salón de actos, que desde los tiempos de la democracia se utiliza también como colegio electoral. Como curiosidad, la magnífica obra de La Asunción hizo merecedor a Fernández Shaw de una calle en los alrededores del colegio.
Recientemente se ha construido un pabellón neorracionalista para albergar las aulas de educación infantil, un sencillo edificio de calidad al que se accede por una elevada escalinata.